En primer lugar, el AT abrió para
la humanidad un nuevo horizonte religioso. En medio de un politeísmo multiforme, estableció la idea de un Dios único, creador de todo
lo existente. Apunta aquí una idea liberadora:
la desacralización de la creación que no está penetrada de elementos divinos o suprahumanos, favorables o amenazadores, que paralizaban la actividad del hombre.
Gracia a la unicidad de Dios y su distinción de lo creado, el hombre puede relacionarse
serenamente con el mundo que lo rodea; de un «mundo hechizado» pasa a un «mundo
hermano».
La idea
del Dios creador, que lo hace todo bueno y encarga al hombre una tarea en el
mundo (Gn 1,28.31), es la del Dios dador de vida y comprometido en la historia humana,
que continuará en toda la historia de Israel como el Dios liberador de Egipto, dador de libertad, autor de la alianza, promotor de igualdad, fundador
del pueblo, defensor del pobre y del desvalido, salvador de los hombres. Esta
línea quedara claramente subrayada por la predicación profética y ncuentra. su continuidad
en la predicación de Juan Bautista y en la actividad de Jesús.
La idea
del Dios creador y dador de vida encuentra con Jesús una superación. Dios no es
ya solamente Creador, sino «Padre»; es decir, no sólo da vida, sino que comunica al hombre su propia vida.
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