El uso que hace Marcos de los textos
proféticos es matizado. Pocas veces los cita explícitamente, pero alude a ellos
con frecuencia.
Entre las citas de textos
proféticos que aparecen en Marcos, se tiene la atribuida a Isaías (1,2-3), compuesta
en realidad por un texto del Éxodo (Ex 23,20), una adaptación de Malaquías (Mal
3,1) y el texto de Is 40,3. La cita introduce la actividad de Juan Bautista y, presentándolo
como la culminación del antiguo profetismo, describe su actividad como precursor
y la de Jesús Mesías como la del realizador de un éxodo.
En una invectiva contra letrados y fariseos,
cita Jesús el texto de Is 29,13 (LXX) sobre el culto hipócrita. En su denuncia
del templo, aduce como Escritura (<<está escrito») los textos de Is 56,7 y
Jr 7,11 (Mc 11,17). Para predecir la deserción de los discípulos cita a Zac 13,7
(14,27).
Otras veces usa Marcos más o menos
literalmente textos proféticos o de salmos, pero sin aludir a su origen. Así, en
4,12 usa Is 6,9 para describir la ceguera de la multitud judía; y en 8,18 una
parte del mismo texto como reproche a los discípulos. Ante un auditorio judío, y
dándoles sentido profético, cita Sal 118/117,22-23, sobre la piedra desechada (Mc
12,10-11), y Sal 110/109,1, para refutar la enseñanza de los letrados sobre el
Mesías hijo/sucesor de David.
En otras ocasiones construye Marcos
ciertos episodios aludiendo a pasajes proféticos, pero dándoles un sesgo diferente.
Así, en la curación del paralítico (2,1-13) menciona Marcos por primera vez el
apelativo «el Hombre» (el Hijo del hombre) y su «autoridad», con clara alusión
a Dn 7,13-14, donde se confiere autoridad a una figura humana (“como un hijo de
hombre”), identificada más adelante con «el pueblo de Los santos del Altísimo» (los
consagrados por Dios), es decir, con Israel (7,22). Pero Marcos rectifica el
sentido del texto de Daniel: En el profeta, Dios da a la «figura humana» la
autoridad para dominar a todas las naciones (7,27). En Mc 2,10, Dios no da
autoridad para dominar a los paganos, representados por el paralítico, sino
para rehabilitarlos (2,5: perdón de los pecados) y comunicarles vida (2,11-12).
La verdadera actitud de Dios para con los paganos, descrita en este episodio,
desautoriza todos los pasajes de los libros históricos del AT en los que, por
orden de Dios, se prescribe el exterminio de los pueblos enemigos (los 6,17.21;
8,2.24-26; 10,28-43; 11,9-11.18-22, etc.)
La misión a que Jesús se propone
enviar a los Doce (3, 14-15) se basa sobre el texto de J13, 13-19 sobre los
mensajeros de paz, pero Marcos le da un carácter universal, omitiendo los
rasgos que lo conectaban con Jerusalén.
La segunda parábola sobre el reino
de Dios, la del grano de mostaza (4,30-32), hace una evidente corrección de lo propuesto
en Ez 17,23-24, donde se preveía el futuro de Israel en términos de gloria y
esplendor, por encima de los demás pueblos, suponiendo además la continuidad
con las instituciones ya existentes (el esqueje de cedro plantado en un monte cimero). A ello opone Jesús, además de la universalidad del Reino, no limitado
a Israel (4,31: «cuando se siembra en la tierra»), la insignificancia del grano
de mostaza, que no representa una continuidad con el pasado ni cuyo desarrollo
va a destacar por su esplendor en la historia humana.
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