La Ley mosaica era imperfecta y no
reflejaba la realidad de Dios; Juan la contrapone al amor fiel (1,17). Por eso
Jesús se distancia marcadamente de la Ley, término que en Juan engloba varias
partes del AT (“vuestra Ley”, 8,17, alusión a Dt 17,6; 10,34, cita de Sal 82,6;
«la Ley de ellos», 15,25, cita de Sal 35,19 o 69,5). De ahí que los antiguos mandamientos
queden sustituidos por el nuevo, el mandamiento de Jesús: «Igual que yo os he
amado, amaos también vosotros unos a otros» (]n 13,34; 15,12.17); éste se
despliega en «sus mandamientos», nunca explicitados (14,15.21; 15,10), que denotan
las múltiples exigencias del amor mutuo.
La Ley, en cuanto código legal, pertenecía,
según Juan, a la etapa preparatoria que terminó con la llegada del Mesías (1,17;
7,23); por eso Jesús no la considera suya (7,19; 8,17). A la ley externa sucede
la ley interna (cf. Jr 31,31; Ez 36,26s), el amor leal (1,17), el Espíritu (19,30.34).
El cambio de alianza y, por tanto, de Ley se anuncia en la escena de Caná (2,1-11)
(16).
Por
oposición a la antigua Ley, el código de la nueva alianza es, objetivamente, Jesús
mismo crucificado, paradigma del amor al hombre (19,20; d. 13,34); subjetivamente,
el Espíritu recibido, que interioriza a Jesús e identifica con él (17).
16 Ibid, 151-155.
17 Ibid., 807-809.
17 Ibid., 807-809.
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