El evangelio de Juan distingue muy bien
entre las diversas líneas del AT. Adopta, naturalmente, la del Dios dador de vida,
que desarrolla a partir del prólogo, y hace de la comunicación de vida el
objetivo de la misión de Jesús (10,10) y el centro de la realidad cristiana ya
en este mundo (cf. 17,2-3). Es la «vida definitiva» (3,15.16), fruto de la
adhesión a Jesús y efecto de la comunicación del Espíritu.
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