Queda por considerar el tema de la
Ley como código moral, representado en primer lugar por el decálogo (Ex 20,2-7;
Dt 5,6-22; Mc 7,8: «el mandamiento de Dios»; cf. 7,10; 10,19), aunque se
extiende a otros textos donde las disposiciones jurídicas se encuentran mezcladas
con preceptos morales de carácter social.
Jesús resume la Ley mosaica en un
doble mandamiento: el del amor a Dios y el del amor al prójimo (12,29-31), y echa
en cara a los judíos no haberlos practicado. Según esto, la Ley tuvo su papel
histórico en una etapa del pueblo y de la humanidad. El cumplimiento de esa Ley
habría producido el fruto que Dios esperaba de Israel (11,12-14; 12,1-9), la
justicia social.
En la antigua alianza, la Ley estaba
al servicio del hombre, debía haber sido una ayuda para él (2,27). Pero en el
reino de Dios, esa Ley ha perdido su vigencia. El Hombre (el Hijo del hombre), término
que designa a Jesús, el portador del Espíritu, y a los que de él lo reciban, está
por encima de la Ley (2,28). Es decir, para el estado adulto de la humanidad, el
código moral externo, la Ley, propio de la minoría de edad, queda sobrepasado,
sustituido por El Espíritu, principio interno de sintonía con Dios (cf. Gál 4,1-7).
Por eso Mc enuncia un nuevo
mandamiento de Jesús que sustituye a los antiguos, expresado con el verbo «estar
despierto» (gr. grêgoréô; cf. 13,34: «le mandó al portero estar despierto»;
extendido a los destinatarios del discurso [v. 35] y a todos sus seguidores [v.
37]). El contenido de este mandamiento está explicado en la escena de la
oración en Getsemaní; allí Jesús recomienda a sus discípulos que estén
despiertos con él (14,34.37.38), lo que en el contexto significa estar dispuestos
a entregarse por amor a la humanidad, aceptando las consecuencias, incluso la
muerte infamante, como la aceptó Jesús mismo (9).
El mandamiento expresa, pues, la
necesidad de ser consecuente con el compromiso incluido en el seguimiento de Jesús
(Mc 8,34: «renegar de sí mismo», «cargar con su cruz»).
La sustitución de la Ley está expresada
también en la eucaristía, que Jesús decide celebrar cuando los discípulos le piden
celebrar la pascua judía (14,12) y precisamente para indicarles el sentido de
la nueva pascua. En ella, la terminología de Marcos pone en paralelo la
promulgación del libro de la Ley con el ofrecimiento que hace Jesús de su
cuerpo (14,22); «su cuerpo», que significa su persona, incluyendo su conducta y
actividad en favor de los hombres, ha de ser aceptado (“tomad”), es decir, hecho
propio por los discípulos. Es la nueva norma de vida, que sustituye a la Ley. Pero
esa entrega que ha sido su vida no tiene límites; así lo muestra ofreciéndoles
a beber la copa, su sangre, símbolo de la muerte violenta que va a sufrir (14,23-24).
La antigua alianza se constituyó con la lectura del libro de la Ley y la sangre
rociada sobre el pueblo (Ex 24,8). Esa alianza ha caducado. Existe una nueva, la
alianza de Jesús (14,24: «la alianza mía»), en la cual la norma de vida es la
misma persona de Jesús en su vida y en su entrega hasta la muerte 10.
La
Ley antigua, por tanto, en cuanto código moral y norma de perfección, ha
perdido su vigencia.
(9) Véase J. Mareos, Marcos 13,
Madrid 1987, 428-432.
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