El AT se llama en Juan «las Escrituras»,
en cuanto es anuncio, preparación o figura de «los días
del Mesías». Su estudio no da vida definitiva, pero la Escritura, con su
mensaje liberador, da testimonio de Jesús, el dador de vida (5,39s), y el
mensaje de Dios contenido en ellas se verifica en las obras de
Jesús (5,36; cf. 8,55).
Aplicándolos a Jesús o a las circunstancias
de su vida Juan utiliza con frecuencia pasajes de la Escritura: del Éxodo (19,36:
del cordero pascual), de Salmos (2,22; 7,38; 10,35; 13,18; 19,24.28), de
los profetas (12,38-41; 19,37).
Pero la antigua Escritura queda
superada por la nueva, que es la persona de Jesús en la cruz. El letrero
o título de la cruz (19,19: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos»)
describe el contenido de la nueva Escritura (“estaba escrito” expresión clásica
para designar los textos de la antigua Escritura) (21).
Para
dar la adhesión a Jesús hay que partir de su persona Y actividad (7,31: «muchos
le dieron su adhesión, y decían: "Cuando venga el Mesías, ¿va a realizar
más señales de las que éste ha realizado?"»), no de los textos escritos (7,41-42:
«Decían otros: "Este es el Mesías". Pero aquéllos replicaban: "¿Es
que el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice aquel pasaje de la
Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de
David?"»), que han de ser vistos a su luz.
(21) lbid., 806-809.
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