Pero Mc, que lee selectivamente el
AT, va más allá. Como es sabido, distingue dos grupos de seguidores de Jesús,
los que proceden del judaísmo, a los que llama «los discípulos» o, en cuanto
constituyen el Israel definitivo, «los Doce», y los que no proceden del
judaísmo, judíos marginados por el sistema religioso y, en perspectiva, los de
origen pagano (cf. 2,15)(11). Ahora bien: en este evangelio emplea Jesús un
lenguaje diferente según sus oyentes sean judíos o pertenezcan solamente al
primer grupo o bien se encuentren entre ellos individuos no procedentes de la
institución judía. Puede hablarse de un doble vocabulario. En primer lugar, cuando
cita un pasaje del AT lo hace siempre para un auditorio judío, compuesto o no
de discípulos. Pero emplea además una terminología diferente según se trate de
uno u otro auditorio. Así, por ejemplo, términos como Esposo (2,19.20), Mesías (9,41;
12,35), bautismo (10,38.39), resurrección (8,31; 9,10.31; 10,34; 12,25),
alianza (14,24), sangre derramada por el perdón de los pecados (14,24, terminología
inspirada en los ritos del templo), propios de la tradición judía, no los
utiliza Jesús cuando hay oyentes que pertenecen al segundo grupo de seguidores.
Esto hace ver que, para este evangelista,
la tradición judía, expresada particularmente en el AT, no es vinculante para los
seguidores de Jesús que no proceden de esa cultura. O, quizá mejor, que, si
bien para los creyentes de origen judío era natural ver en Jesús, el Mesías, el
punto de llegada de una larga expectativa, basada en una particular tradición y
vicisitud histórica y espiritual, para los que tenían su origen en otras
culturas no era Jesús punto de llegada, sino punto de partida. La evangelización
de los paganos no había de comenzar por una exposición del AT -la arqueología
de la fe (12) lleno de ambigüedades, sino por la de la figura de Jesús, desde
el cual podrían juzgarse las tradiciones particulares de los pueblos, incluida
la del pueblo judío.
Es
evidente que la cristología se enriquece extraordinariamente al considerar a
Jesús sobre el trasfondo del AT, y que ciertas categorías o personajes de éste
sirven de falsilla para interpretar su persona y misión. Así, Mesías, el Hijo
del hombre, profeta, justo paciente, Servidor de Yahvé, David, Salomón, contenido
de textos proféticos, etc. Pero eso es en gran parte recurso literario y reflexión teológica, para hacer más comprensible la
excelencia de Jesús a los creyentes educados en la tradición judía.
(11) Para la distinción entre los dos
grupos, véase J Mateos, Los Doce, 81-83, 129-131; para el doble vocabulario,
ibid., 195-207
(12)
Cf. Grelot, Sens cbrétien, 419.
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