En primer lugar, desde el principio
del evangelio (1,2-3) Marcos utiliza el tema del éxodo para describir la
actividad del Mesías que llega. Es la manera de expresar en los evangelios la
idea de la liberación y la constitución de una nueva sociedad justa (tierra
prometida).
El tema del éxodo, que equivale al
de Dios liberador, es parte de uno más vasto, el de Dios dador de vida, que
comienza en el AT con la idea de Dios creador, autor de un universo que él mismo califica de «muy bueno» (Gn 1,31). Pero el Dios creador y liberador
(éxodo) es también el que se opone a la injusticia y exhorta a los hombres a
cambiar de vida. Tal se muestra en la predicación y actividad de Juan Bautista,
que continúa la línea de los antiguos profetas (Mc 1,2-5).
Se tiene aquí, por tanto, una línea
del AT, la del Dios dador de vida, opuesto por ello a la opresión y a la
injusticia, que es continuada por el evangelio y es, por tanto, válida para los cristianos.
Hay que notar, sin embargo, que en
los evangelios nunca se llama a Dios «el Creador». Se menciona el hecho de la creación
(Mc 13,19), pero no se designa a Dios con ese título. Como ocurre con otras
realidades del AT, el concepto de Dios dador de vida contenido en la idea de
Creador, alcanza en los evangelios, y en el Nuevo Testamento en general, una cima
desconocida para el antiguo: el concepto de «Creador» queda superado por el de
«Padre». Si «Creador» es aquel que comunica vida, «Padre» es el que comunica su
propia vida. La novedad de la época final de la historia que comienza con Jesús
es precisamente la comunicación al hombre del Espíritu, la vida, fuerza y amor
de Dios, con el que el hombre, que era mera «criatura», queda constituido «hijo».
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